La Estancia
La Estancia San Lorenzo se dedica también a la producción de lana merino australiana. A fines del mes de septiembre, los visitantes pueden observar las distintas actividades vinculadas con la explotación ganadera, entre ellos, la señalada, la esquila y el encierre de la hacienda efectuada con perros ovejeros.
Actualmente el galpón de esquila sirve como comedor, centro de interpretación y boutique.
Pero hay otros atractivos adicionales para los visitantes: los fósiles marinos que afloran en los acantilados y los cañadones que desaguan al mar. Muchos de estos fósiles se pueden encontrar en el “Cañadón de Fósiles”.
Dado que en la Estancia también se explotó la lobería, entre 1917 y 1953, los visitantes pueden conocer la vieja factoría de lobos marinos.

Nuestra Historia
“Somos herederos de una familia pionera que llegó a la región a comienzos del siglo pasado. Tenemos el convencimiento de que el mejor y más perdurable homenaje a nuestros padres y abuelos -que demostraron con su trabajo su compromiso con la Península Valdés- es trabajar con responsabilidad de modo de proteger el lugar para transmitirlo a las futuras generaciones tal como lo recibimos. Es por ello que tenemos como eje central de nuestra acción la sostenibilidad ambiental”.
Familia Machinea

La Estancia San Lorenzo pertenece a la familia Machinea, una familia de origen vasco. El abuelo Lorenzo (1879-1964) llegó a la Península Valdés en el año 1900, con un arreo de ganado.
En un remate de tierras fiscales el 11 de marzo de 1907 adquierió las tierras que después se transformarían en la actual estancia. En su segundo viaje a la Argentina, conoció en el barco a Justina Betelu (1890-1972); después de un breve noviazgo se casaron en 1909 en Puerto Pirámides. Tuvieron 8 hijos.
Los actuales propietarios de la estancia son descendientes de Lorenzo y Justina.

Patrimonio Integral
La costa de la Estancia presenta sectores de amplias playas y sectores con acantilados. La erosión y el paso del tiempo han expuesto en los acantilados y cañadones, antiguos arrecifes ya fosilizados que fueron testigos de un mar cálido que cubrió la región hace 20 millones de años.
Incluso antes de que llegaran los nativos Tehuelches, las dunas fueron habitadas por hombres y mujeres que vivieron allí hace más de 2.000 años. Su existencia y modos de vida pueden interpretarse a través restos de animales y objetos de piedra que pertenecieron a esta cultura.
Más cerca del presente, entre 1917 y 1953, en la playa funcionó una factoría de aceite de lobos marinos, cuyas ruinas hoy pueden visitarse y forman parte del patrimonio histórico de Península Valdés.
Además de los pingüinos, en la estancia se pueden observar elefantes marinos, guanacos, choiques, lechuzas, maras y una gran diversidad de aves. Eventualmente también pueden verse orcas y ballenas.
